miércoles, 5 de enero de 2011

EL pez de oro. Blanca Moya.


Había una vez un oso que vivía con su esposa en una vieja cabaña en un pueblo al lado del mar. Eran muy pobres.
La mujer era muy exigente y siempre le pedía más y más, se quejaba por todo.
-¡A ver si traes más pescado!- le gritó un día la mujer.
Rufi, que así se llamaba el pobre pescador, resignado, se fue a pescar; se sentó en una roca, lanzó el sedal y esperó. De pronto se movió la caña, había pescado un pez precioso. ¡Parecía de oro!
-Por favor, devuélveme al mar! - dijo el pez.
Rufi se quedó pasmado al oír hablar al pez. ¡Era mágico!. -Si me dejas marchar siempre te lo agradeceré.- replicó el pez. Al oso le dio pena el pez y lo dejó libre. -¡Adiós, pez! - se despidió Rufi lanzándolo al mar. Ya en casa, el oso le contó a su esposa lo ocurrido. -¡Es un pez de oro! ¡Es mágico! - gritó ella. -¡Has dejado escapar a un pez mágico! ¡Ve ahora mismo y pídele que nos de una buena casa!- dijo enfadada. Rufi volvió a la roca, llamó al pez y le contó lo que quería su esposa. -¡Concedido!- dijo el pez. Tú me has devuelto al mar y yo voy a ayudarte. Al regresar a casa Rufi vio que su humilde casa se había convertido en una gran mansión. ¡Y su esposa estaba encantada! ¡Tenía trajes y joyas maravillosas! Su mujer alardeaba ante los demás de que era rica y tenía más que nadie. Con el tiempo se convirtió en una mujer muy tacaña y despreciaba a todo el mundo. Al actuar así no se daba cuenta de lo que estaba perdiendo, que era lo mejor que había tenido siempre: la confianza y el cariño de sus amigos y familiares. Pero aún así no se conformó con lo que tenía y de nuevo le dijo a su marido que volviera a ver al pez. ¡Quería ser reina de un palacio y gobernar en él! Rufi, avergonzado, le contó al pez cómo se comportaba su esposa, todo lo que le había dicho y lo que le mandó que le pidiera. -No te preocupes- dijo el pez de oro. Tendrá lo que se merece. El oso pescador volvió a su casa y…¡se encontró con la cabaña de siempre y sus enseres y ropas viejos!. Su esposa en la puerta lloraba desconsolada. -El pez de oro te dio lo que le pediste, una buena casa, pero como no te has sabido conformar él nos ha devuelto lo que teníamos -le dijo Rufi a su esposa. Ella siguió llorando y llorando, no le dirigió la palabra durante varios días y no quiso recibir a ninguno de sus amigos cuando le llevaban comida e iban a visitarla. Al cabo de una semana, habiendo recapacitado y sintiéndose muy sola, llamó a Rufi y le pidió que la perdonase porque se había dado cuenta de lo mal que se había comportado con todos. Había comprendido que debía disfrutar de una vida sencilla junto a Rufi, su familia y amigos y….¡SER MUY FELIZ!. Moraleja: La felicidad no depende de lo rico o pobre que uno sea

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