martes, 4 de enero de 2011

Caperucita y Bolín. Aura García.


Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una caperuza muy linda y roja. La muchachita la llevaba tan a menudo por obligación de su madre que todo el mundo la terminó llamando Caperucita Roja o Caperu a pesar de que su nombre era Lea.
Como todos los días su madre le dijo:
- Caperu, ven que te voy a dar una cesta para llevársela a tu abuela…
Y tras la discusión diaria con su madre por acortar el camino a casa de su abuela, se marchó pasando de las indicaciones que su pesada madre le había dado.
Caperu se fue por la parte corta, y ahí esperando el lobo estaba, y ella ya acostumbrada
Le dijo:
-Gruuaauu… mira lobo ya estoy bastante harta de ti, ósea esto es diario, no me das miedo y además apestas que echas para atrás, vete a lavarte al río, tío.
Y el muy indignado se marchó sin nada que llevarse a la boca por culpa de su miedo a la repelencia de Caperu.
Ella siguió con su paseo matutino por la vera del río. En el mismo instante que paró a beber agua del río y a quejarse a sus amigos los pececillos, apareció un gatillo muy vistoso y charlatán que empezó a contarle su vida en un visto y no visto.
Me llamo Bolin –le dijo, ¿y tu pequeña niñita quejica? Caperu con mucha indignación se paso horas y horas contándole su vida, de tal manera que a la muy tonta se le olvidó la cesta de comida para su abuela, así que le preguntó a su amiga Arco Iris, la truchita real, que hora era:
-pues son las dos y tres minutillos. Le dijo ella saltando más feliz que una perdiz.
-Cagüen! Adiós pececillos, mis amiguillos y mucho gusto en conocerte Bolín ¿mañana estarás aquí? - preguntó Caperu.
El pequeño gato asintió con la cabeza y Caperu como si le fuera la vida en ello echo por patas a correr y no dejó más que un rastro de humillo polvoriento que ver.
Bolín dijo adiós a los pececillos y se fue dando saltillos.
Caperu con suerte llegó a casa de su abuela. Con rostro inerte y dando grandes suspiros de aire dijo:
- Ay, ay, ay abuela, dame agua que me muero… de sed.
Un vaso rebosante de agua le dio y en un trago se quedo sin nada.
Después cogió la cesta, sacó la comida, y bocadito a bocadito la acabaron sin notarlo porque estaban charlando.
Caperu le dio un beso. Se fue llena y cansada, pero que bien, pensó ella relajada.
Cuando llegó a su casa, se bañó y se durmió leyendo su libro favorito que por suerte era real porque lo escribió un Príncipe de su edad llamado Feliz, que era hijo del gran y despiadado Midas, ella soñaba que cuando fuese mayor su esposa sería, el Príncipe la amaría y al rey Midas le encantaría.
Al día siguiente se levantó, se vistió y desayunó y sin discusión alguna se marchó sin decir ni una.
Por el camino largo se piró y Bolín no apareció. Al día siguiente cuando lo vio, ella le contó lo del príncipe Feliz y Bolín pensó:
-cuando sean mas mayores y se desarrollen los dos, muy inteligente de mí los presentaré y yo con ellos viviré, se casaran y el sueño de Caperu se cumplirá.
Por eso a los peces una nota les dejó, para que a Caperu se lo digan, que como 15 años tiene, en cinco más la vea y su plan le cuente.

Sujetadores que se hacía utilizaba, ósea, que ya estaba desarrollada. De adolescente con acné, cambio dio a bella mujer, y su madre muy orgullosa de ella estaba.
Una vez pasado el tiempo, el muy astuto Bolín un día vio a Feliz, su padre le acompañaba, y como el gato con botas pensaba, un gran príncipe se hizo, por lo que a casa de Caperu se dirigió. Contarle su plan fue lo que hizo y a ella mucho le satisfizo.

Obsequios haremos al rey, para que contigo se case, princesa de Carabás, una vez y nunca más.
Y así tres horas gastaron, urdiendo el plan que inventaron...
Ella agua del río reunió y en su mejor jarro de oro la echó.

Con el jarro el gato al castillo llegó. Y al rey Midas le dijo:
-Le traigo agua del Mont Blanc, que mi ama y señora le obsequia por su bello descendiente. Ella esta muy interesada en casarse con Feliz y comerse una Perdiz.
El rey le pregunto:
-A quien sirve usted pequeño gato?
-A la princesa de Carabás, de 20 años no más, muy linda y adinerada.

El Rey se quedó pensando, mientras Bolín se iba alejando -Adiós buen rey, me voy pero volveré volando.
Caperu, al día siguiente 20 pasteles de dorado mango horneó y con pepitas del mismo espolvoreó.
Más tarde al rey se lo llevó y el príncipe que sentado allí estaba lo probó.
Bolín, el buen gato con botas emisario, les explicó el obsequió que portó:
-¡Buenos y majestuoso días rey Midas y Príncipe Feliz! Hoy, de la princesa de Carabás una foto y 20 ricos hojaldres os traje, los hojaldres de la fruta mas extraña, cara y deseada traigo, fruta que se llama mango dorado, y por encima de los hojaldres están espolvoreadas las pepitas del oro frutado.
El príncipe con la foto en una mano, en la otra el manjar dorado, exclamó pausado:
-Oh! que agraciada fémina y que dulce más… ¡Padre quiero desposarla!
-¿Y cómo se llama esta bella dama? Pregunto el rey.
-Pues mi ama y señora “La Princesa de Carabás”, Lea tiene por nombre no más.
-Feliz, hijo mío, despierta que no estás, habla.
-Disculpe padre, es que, que bello nombre de Princesa, ¡Oh, Lea!
El gato la última palabra formuló y después se marchó:
-¿Si a mi ama vos anhela, que citarla tendrá mañana? Yo mismo la informaré y mañana con ella llegaré en pequeño comité.
Y así el gato marchó alegre, pues su plan marchaba tal y como el pensaba.
Al llegar a casa de Caperu dijo:
-¡El rey encantado está de que a su hijo por fin le guste una bella damisela, como ésta!
-Caperu! Mañana allí has de estar y al príncipe impresionar.
-Pues no se que ropa tengo, ya que las telas se fueron rompiendo – al pequeño gato contestó.
Al cuarto reluciente de Caperu fueron, pero en su armario no había más que vestidos descosidos, manchados de verdín y barro, y sus caperuzas rojas hechas trizas.
Pues con mis 500 monedas de plata y tus 200 de oro nos dará para un vestido que ni la hija de un rey moro.
Ahora bien, una carroza deberemos alquilar y un peinado chulo a ti te harán.
Y así al día siguiente lo hicieron, una carroza cogieron, tras vestirse y peinarse, al príncipe y a su padre vieron.
Cuando llegaron fue amor a primera vista, tanto que incluso saltaban chispas.
Gracias a los libros que Lea de jovencita leía, se convirtió en una mujercita, muy culta y refinada. Eso al rey midas le encantaba y a su hijo enloquecía cuanto mas la conocía.
Al año siguiente se casaron los dos enamorados y cuatro preciosos hijos al mundo trajeron, dos damiselas y dos barones a los cuales llamaron Lisabela, Patty, León e Izan.
Y así crecieron y todo eso…
Ah y como no, que se me olvidaba, el gato con botas, llamado Bolín, vivió con ellos por todo el morro.
Y su vida fue siempre feliz, tanto o más que la Perdiz.
Pero eso es otra historia, que ya contaré en otro momento cuando tenga un poco más de tiempo…

1 comentario:

  1. Hola. Soy Tomás Mínguez Colás de 1ºG.

    Este cuento está muy bien porque mezcla varios cuentos populares y además tiene un final feliz ya que la mayoría de veces que yo he intentado escribir una narración no he conseguido un final feliz. Pero la narración es una historia en la que interviene un narrador y unos personajes de estilo directo o indirecto, por eso mi conclusión es que tu has escrito más que una narración una poesía.

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